Para todos es conocido el hecho que de que nuestros océanos y demás ecosistemas se encuentran desgraciadamente invadidos por el plástico, siendo este un terrible problema al que la sociedad actual debe enfrentarse, especialmente si queremos conservar el planeta para las futuras generaciones. 

Aunque en anteriores posts ya hemos hablado sobre este tipo de material, en esta ocasión queremos hacer una vista al pasado y descubrir cuál fue el origen de este. 

Para ello debemos situarnos en Bélgica, en la segunda mitad del S.XIX. En el año 1863 nace en la provincia de Flandes Oriental Leo Hendrik Baekeland, quien a día de hoy es considerado el inventor del plástico. 

Este químico, que a finales de siglo emigraría a Estados Unidos, fue inventor también del papel fotográfico. Pero en 1907 originaría un plástico que superaría al que, hasta ese momento se empleaba, la goma laca, una resina que se obtienen a partir del gusano de la laca. Lo hizo en su laboratorio casero ubicado en su propia casa, en donde disfrutaba de su hobby, experimentar con químicos.

El plástico fue denominado la baquelita, en honor a su creador. Se trata de fenoplástico que se puede moldear a medida que endurece al solidificarse. No conduce la electricidad y es resistente al agua. Además se trata de un plástico termoestable, una vez que se enfría no puede volver a ablandarse.

Con su invento Baekeland revolucionó la economía y la tecnología, dada la gran cantidad de aplicaciones de este nuevo material en diferentes sectores. Se volvió tan famoso que la revista Time puso un retrato suyo en su portada sin necesidad de explicar quién era. Sólo escribió un epígrafe con su nombre y la frase: «No se quema. No se derrite».

Con este hecho se da comienzo a lo que se conoce como la “era del plástico”. Una era que a día de hoy vive por desgracia su época dorada. Se estima que la humanidad ha producido ya (desde mediados del siglo XX) unos 5.000 millones de toneladas de plástico.