Las criptomonedas son cada vez más populares en el mundo actual, unas monedas virtuales que permite la compraventa de productos y servicios a nivel global sin intermediarios y sin ningún banco o gobierno que las controle.

Empresarios famosos como Elon Musk de Tesla la promueven, pero otros como Bill Gates denuncian sus consecuencias negativas en el cambio climático. Es cierto que para poder llevar a cabo todas las transacciones de este tipo de monedas requieren gran cantidad de equipos informáticos, conocidas como granjas de minado, y por tanto un enorme consumo de energía.De aquí surge la preocupación por su impacto ambiental, que ya se planteó desde sus comienzos.

Un equipo de expertos de la Universidad de Cambridge estima que la red bitcoin usa más de 121 teravatios-hora (TWh) anualmente, un dato que ubicaría a la moneda entre los 30 principales consumidores mundiales de electricidad si fuera un país. 

Además de este enfermo consumo de energía el problema se encuentra en el origen de este sistema. Los mineros de Bitcoin buscan la electricidad más accesible y barata, y se van principalmente a China, donde más de dos terceras partes proviene de centrales de carbón.

Por su parte, las criptomonedas alternativas buscan resolver los problemas ambientales actuales de bitcoin alterando su tecnología para que requiera menos energía. Uno de los ejemplos es Cardano, que según Charles Hoskinson, director ejecutivo de la empresa criptográfica IOHK, es 4 millones de veces más eficiente energéticamente que bitcoin.

Otros expertos apelan al uso de normativas y políticas internacionales que promuevan el uso de tecnologías más eficientes energéticamente para reducir el impacto ambiental de las criptomonedas.