Una vez que depositamos la basura en los contenedores pueden ocurrir dos cosas: o se lleva a una planta de reciclado o se almacena. Aquella que se almacena puede acabar en dos lugares distintos, en los vertederos controlados o en los depósitos de basura:

  1. En un depósito de basura: es un agujero abierto en el suelo donde se entierra la basura.
  2. En un vertedero: es una estructura que sigue un diseño determinado para aislar la basura del medioambiente que la rodea.

Por lo tanto, un vertedero no es el montón de residuos que, generalmente, pensamos que es. Eso sería un depósito de basura. Un vertedero, por lo tanto, tiene el objetivo de enterrar los residuos de manera que no contaminen ningún medio (agua, aire, tierra). En estas condiciones, no obstante, la basura no se descompondrá tanto como lo hace en contacto con el medioambiente cuando el objetivo es que se convierta en compost.

La basura que se almacena en el vertedero llega para quedarse durante bastante tiempo, ya que en las instalaciones donde se acumula hay poco oxígeno y humedad, lo que hace que tarde más en descomponerse. El objetivo de un vertedero no es que los residuos se descompongan, sino enterrarlos, aislarlos y almacenarlos.

Existen dos tipos distintos, los vertederos controlados e incontrolados:

–    Vertederos incontrolados: este tipo de vertedero suele estar en cualquier lugar retirado (explanadas, barrancos, agujeros en las afueras…) donde se depositan residuos sin control. Se trata de una práctica extendida, pero imprudente, que debe desaparecer para dejar paso a vertederos mejor gestionados.

–        Vertederos controlados: en este caso los residuos se depositan en lugares específicos, preparados para almacenar la basura. Existe un marco legal y una regulación que establece las normas a seguir, los controles que deben hacerse y define las autoridades responsables.